A veces es complicado responder a preguntas simples.
En esta época del año uno suele ir a muchas reuniones y las presentaciones, con sus consiguientes preguntas fáciles de respuestas difíciles, son inevitables.
En esta época del año uno suele ir a muchas reuniones y las presentaciones, con sus consiguientes preguntas fáciles de respuestas difíciles, son inevitables.
“¿Quién sos?”; “¿Qué hacés?; “¿Qué sos?”
“Soy Santiago”. Esa es una respuesta posible. Simple y contundente: un nombre. “Tomo una copa de vino”, también es aceptable, aunque un poco extraña por su apego excesivo a lo inmediato. “Soy una persona del sexo masculino de 29 años nacida en Buenos Aires”, estaría bien para un interrogatorio policial, pero suena un poco fuera de lugar en una fiesta.
Lo cierto es que, cuando conocemos a alguien, solemos responder de acuerdo a un orden jerárquico de autodefiniciones. Empezamos por nuestro nombre y nuestra ocupación o, si estudiamos, por nuestra profesión. Después, relatamos como loros nuestros curriculum vitae, desplegamos una serie de relaciones intentando saber si tenemos conocidos en común. Recién si sentimos algún interés en seguir la conversación, improvisamos temas circunstanciales o indagamos en gustos personales, composición familiar o ideas y pareceres generales. Hablamos siguiendo una lógica profundamente arraigada en nosotros: nos definimos desde las categorías y organizamos esa información de manera lineal y jerárquica.
Un poco aburrido de presentarme siempre de la misma forma y convencido de que, en realidad, no era mucho lo que decía de mí a través del método tradicional de presentación, pensé en los TAGS.
Lo cierto es que, cuando conocemos a alguien, solemos responder de acuerdo a un orden jerárquico de autodefiniciones. Empezamos por nuestro nombre y nuestra ocupación o, si estudiamos, por nuestra profesión. Después, relatamos como loros nuestros curriculum vitae, desplegamos una serie de relaciones intentando saber si tenemos conocidos en común. Recién si sentimos algún interés en seguir la conversación, improvisamos temas circunstanciales o indagamos en gustos personales, composición familiar o ideas y pareceres generales. Hablamos siguiendo una lógica profundamente arraigada en nosotros: nos definimos desde las categorías y organizamos esa información de manera lineal y jerárquica.
Un poco aburrido de presentarme siempre de la misma forma y convencido de que, en realidad, no era mucho lo que decía de mí a través del método tradicional de presentación, pensé en los TAGS.
Imaginé mi propia nube de definiciones; relaciones, informaciones cruzadas que me definen:
Argentino, casado, licenciado en psicología, periodista eventual, dibujante amateur, escritor de cuadernos, miembro del Equipo Odiseo, tímido a veces, otras, expansivo, volcado más a lo salado que a lo dulce, mejor jugando adelante que como defensor, lector compulsivo, a veces, reposado fanático del zapping inconducente y extraño de la madrugada, cocinero improvisado y con una suerte intuitiva para la mezcla de especias, hijo mayor de tres hermanos, impuntual hasta la exasperación, desordenado y sin embargo, impaciente, perfeccionista.
Me di cuenta de que estaba más cómodo ahí, en la nube; que la personalidad, como casi todas las cosas está en construcción constante y se puede describir, definir, categorizar, interpretar y mostrar desde una multiplicidad de caminos y perspectivas.
Tan acostumbrados como estábamos a encorsetarnos; a vestirnos de pequeños cajones, a ponernos y sacarnos uniformes, los Tags muestran como hay otra manera de ver las cosas.
Lo sólido se desvanece en el aire, dicen algunos, y ahí estamos, flotando en las nubes.
Los tags son una manera nueva de definir la realidad y de relacionarse. Una forma de generar sentido y conocimiento simultaneo y colectivo. Una manera de que el sentido no se agote, que fluya y que se conecte sin jerarquías.
En el post de Ernesto de ayer acerca del cambio de mentalidad que traen las nuevas generaciones alguien nos consultaba si creíamos que la web 2.0 en sí misma podía producir algún cambio.
Creo que sí.En el post de Ernesto de ayer acerca del cambio de mentalidad que traen las nuevas generaciones alguien nos consultaba si creíamos que la web 2.0 en sí misma podía producir algún cambio.
Desde hace un tiempo me acerqué al estudio de la web 2.0 y estoy seguro que de ahí se desprenden nuevas formas de interpretar, pensar y vivir la realidad. Mi intención es ir investigando este cambio, intentar entenderlo y compartir ese viaje en este espacio.
Para empezar el recorrido, nada me pareció mejor que hacer un paseo por las nubes.
Para empezar el recorrido, nada me pareció mejor que hacer un paseo por las nubes.