Friday, January 25, 2008

Homo... ¿qué?

El siglo XXI dejó atrás los distintos nombres que los científicos adjudicaron nuestra especie a través de la historia.
Homo habilis y homo erectus fueron algunos de los calificativos aplicados al hombre en su estadio primitivo, antes de ser entronizado como el homo sapiens, pináculo de la escala de la evolución darwiniana y fuente de toda razón (literalmente) y justicia (no tanto).
Sin embargo, poco tardó la humanidad en darse cuenta de que su rasgo distintivo no era el raciocinio constante. Esta realidad irrefutable y el vertiginoso avance de la técnica determinaron que se acuñara la definición homo faber (“hombre que hace o fabrica”). Lamentablemente ésta última tampoco resultó efectiva “porque el calificativo podría aplicarse también a muchos animales”, explicó el historiador y filósofo Johan Huizinga, quien propuso agregar a su vez homo ludens (“hombre que juega”) como otra denominación posible —tal vez la mejor desarrollada— para nuestra especie.
Sin duda que estas expresiones latinas se relacionan cada una con una cualidad humana que intentaba destacarse en cada período de la historia: la habilidad para usar la manos, para pararse sobre dos extremidades, para pensar, para producir, para jugar. Ninguna de ellas puso énfasis, no obstante, en la capacidad del hombre de cuidar y proteger al entorno y respetar la diversidad de las todas las especies naturales, incluida la nuestra.
Y así fue que llegamos al punto donde nos encontramos hoy, a apenas 10 años de que las consecuencias del calentamiento global se tornen irreversibles —la “verdad incómoda” que mostró Al Gore en su película— y con problemas sociales de solución incierta derivados de los elevados índices de pobreza y desigualdad de oportunidades.
Tal vez la
urgencia de los cambios que necesitamos producir para seguir adelante debería impulsarnos a desarrollar otras aptitudes o habilidades humanas, como la de cuidar la diversidad, proteger nuestro entorno y colaborar con nuestros pares en la construcción de un futuro posible. Y a buscar otra expresión que nos defina, vinculadas con el respeto, la aceptación y la responsabilidad, ya que de un cambio de palabras de esa naturaleza parece depender en buena medida nuestro futuro.

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