Saturday, January 19, 2008

Locura 2.0

Un adolescente inglés se acuesta sobre las vías a la espera de que un tren de alta velocidad pase por encima de su cuerpo; en Valladolid, cerca de veinte menores apalean a una mujer en su propia casa; cerca de Bilbao, cinco jóvenes de 18 a 22 años le rapan la cabeza y las cejas a un discapacitado. Estos hechos, ocurridos durante la primera quincena de 2008, tuvieron como denominador común —además de un elevado índice de violencia— la grabación con cámaras de celulares para su posterior publicación en Internet.
De acuerdo con el sitio de noticias español www.20minutos.es,“Las autoridades piensan que este hecho se trata de la nueva moda de los jóvenes, que en la edad del pavo intentan realizar osadías para superarse unos a otros. Y la red se está convirtiendo en el mejor escaparate para colgar sus travesuras”.
¿Moda? ¿Edad del pavo? ¿Travesuras? ¿Algunos medios y algunos de los periodistas que escriben en ellos se tomarán un segundo para releer lo que publican?
No caben dudas de que la edad del pavo suele ser el momento —¡tal vez el último!— en el cual la estupidez le es tolerada socialmente al ser humano. Por eso, los adultos aceptamos, entre otras rarezas, que resulte cool llevar el jean caído 20 cm por debajo de la ropa interior. Eso es moda. Arrojarse a las vías para probar que sos tan astuto —y delgado, además— como para lograr que el tren de alta velocidad te pase por encima y no te mate, es una LOCURA.
Y una locura no es una travesura por muy “pavotes” que sean la chica o el muchacho. Mucho menos todavía si implica secuestrar a un ser humano para molerlo a palos con sus amigotes o mutilarlo. Eso es, lisa y llanamente, un DELITO. Que, si involucra a un grupo de jóvenes mayores de edad se convierte en ASOCIACIÓN ILÍCITA.
Por último, ¿Internet propicia de algún modo la proliferación de estos casos? Tal vez algunas herramientas como los blogs, los fotologs y los sitios para subir video fomenten el exhibicionismo. Pero la locura y el delito —si bien, en algunos casos, presentan vínculos patológicos con esa conducta— tienen causas muy diferentes que deben rastrearse en las historias y los entornos familiares y sociales de estos jóvenes que gozan haciendo público su desprecio por la vida.

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