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Durante años discutimos todos los temas vinculados a la ecología. Ella insistía con que no había de qué preocuparse, que ya vendrían la ciencia y la tecnología a salvar las papas y el planeta.
Todos mis mails acerca de cómo cuidar el agua, o separar basura, o la importancia de apagar la luz y hacer más sostenibles nuestras cotidianidades, eran respondidos con cierta ironía.
Debo decir a su favor que le importa el prójimo, porque es buena persona, además de inteligente y moderna. Y también tiene una hija, por lo que muchas veces la “corrí” por ese lado.
Mis argumentos maternales se encontraban con una pared: le resultaba casi ridículo que le hablara del largo plazo con todas las urgencias del presente. Cuando la cuestionaba acerca de lo que vamos a dejarles a nuestros nietos y los nietos de nuestros nietos, me respondía que ellos iban a poder solucionarlo, que la historia demuestra que las cosas no empeoran sino que tienden a mejorar y que yo tenía visiones apocalípticas del futuro.
Pero insistí.
Insistí como quien intenta alfabetizar a un niño que se resiste a tomar el lápiz.
Porque no tengo visiones apocalípticas del futuro sino, por el contrario, porque creo que entre todos podemos hacer un futuro mejor, que tal como están las cosas se encuentra amenazado.
Insistí porque si bien la historia presente muestra una mejor cara desde la perspectiva social, no sucede lo mismo en lo ambiental.
Sin embargo, parecía que no había modo de que nos entendiésemos.
Hasta que me llegó un mail suyo. El asunto era: “Didáctico”, e incluía este video.
Cuando lo vi, juro que me emocioné.
Había logrado uno de los objetivos de quienes hacemos Odiseo: que alguien que no veía, comience a ver.
Tiene razón mi amiga Anabella: es super didáctico. Parece que a ella finalmente le enseñó algunas cosas. No se lo pierdan.