Tuve la oportunidad de entrevistar a Francesco Tonucci, un pedagogo italiano muy querido y respetado en Argentina. Uno de sus libros más conocidos es La ciudad de los niños, donde plantea que los adultos nos perdemos de mucho al excluir los niños de la vida cotidiana.
Empezamos hablando de la película Niños del Hombre, de Alfonso Cuarón, donde muestra la desesperación de un mundo en el que la mujeres han perdido la capacidad de dar a luz. Tonucci no la había visto, pero estaba en sintonía con sus preocupaciones. “Nuestros abuelos, los que emigraron a América sin nada, se esforzaban porque creían en dejar a las generaciones futuras una mejor vida. Nuestra generación está agotando los recursos naturales, está dañanado el medio ambiente, sin dejar nada a sus hijos y nietos. Leí hace poco que los europeos están perdiendo nueve meses de vida por la contaminación aérea en la que viven. La humanidad vive como si no hubiera una generación por delante. Y lo peor, al vivir en ciudades sin niños, porque los niños están en encerrados en las escuelas o en las casas, los adultos somos mal educados, manejamos peor, nos comportamos más bruscamente”.
Luego hablamos sobre los chicos de clase media que crecen demasiado vigilados y controlados. En un espacio donde, con la excusa de la seguridad, no tienen nunca la oportunidad del juego, del riesgo, de ser libres. También hablamos sobre aquellos maestros argentinos que muestran un gran malestar frente a sus alumnos y sus padres. “La convención de los Derechos del Niño dice que ellos deben ser consultados en las decisiones sobre su educación. Es una convención que en países como Argentina tiene valor constitucional. Sin embargo, no se cumple. Si involucramos a los niños dentro de las decisiones escolares, asumirán mayor responsabilidad, participación y, probablemente, empiecen a pensar que la escuela es también su escuela".
Empezamos hablando de la película Niños del Hombre, de Alfonso Cuarón, donde muestra la desesperación de un mundo en el que la mujeres han perdido la capacidad de dar a luz. Tonucci no la había visto, pero estaba en sintonía con sus preocupaciones. “Nuestros abuelos, los que emigraron a América sin nada, se esforzaban porque creían en dejar a las generaciones futuras una mejor vida. Nuestra generación está agotando los recursos naturales, está dañanado el medio ambiente, sin dejar nada a sus hijos y nietos. Leí hace poco que los europeos están perdiendo nueve meses de vida por la contaminación aérea en la que viven. La humanidad vive como si no hubiera una generación por delante. Y lo peor, al vivir en ciudades sin niños, porque los niños están en encerrados en las escuelas o en las casas, los adultos somos mal educados, manejamos peor, nos comportamos más bruscamente”.
Luego hablamos sobre los chicos de clase media que crecen demasiado vigilados y controlados. En un espacio donde, con la excusa de la seguridad, no tienen nunca la oportunidad del juego, del riesgo, de ser libres. También hablamos sobre aquellos maestros argentinos que muestran un gran malestar frente a sus alumnos y sus padres. “La convención de los Derechos del Niño dice que ellos deben ser consultados en las decisiones sobre su educación. Es una convención que en países como Argentina tiene valor constitucional. Sin embargo, no se cumple. Si involucramos a los niños dentro de las decisiones escolares, asumirán mayor responsabilidad, participación y, probablemente, empiecen a pensar que la escuela es también su escuela".
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